miércoles, 27 de octubre de 2010

Nunca en Martes


Uno de los momentos más desconcertantes que puedo llegar a sufrir es cuando vuelvo a sentirme atrapado por un rostro femenino. La belleza humana se escribe con letras genéticas, pero la reglas ortográficas son secretas. Que unos ojos, una nariz, unos labios, un suave mentón, la piel tersa y un conjunto de cabellos armónicamente dispuestos pueda iluminar en un momento y con tal fuerza la existencia, de manera que su impresión perdure más allá de lo sensitivo, no deja de perturbarme. 


Supongo que afortunadamente la experiencia me permite enterrar esos impactos, dejarlos en cuarentena. Pacto conmigo mismo no dejarme arrastrar por la estela de la casualidad (aunque esto último no es más que un fracaso anunciado, porque vivir viene a ser eso, voluntaria o involuntariamente). Rechazo las energías que aporta cada día la ilusión, vana siempre. Y empiezo a entender que a base de estas renuncias, o me convierto en un cínico o en un misógino bien educado.

Por eso, aún consciente de lo fútil de este pronunciamiento, prometo no enamorarme nunca en martes. Especialmente en martes. Y tomando la casualidad semiológica de mi parte, me pongo en brazos de Marte, el dios Romano de la Guerra, para vencer a una Afrodita que, tienta siempre y nunca cede.

Nunca en Martes.

domingo, 3 de octubre de 2010

Arte y conocimiento (II)

Misticismo, drogas psicoactivas, experiencias estéticas, conversaciones, estudio, viajes, reflexión profunda, meditación, amor... Todas estas y algunas más son vías experimentadas por el hombre para conocer. El conocimiento es nuestro privilegio, nuestro derecho distintivo, el único propiamente distintivo. El hombre puede conocer (gracias a un mísero 1% de ADN, dicen algunos). Y no sólo eso: quiere conocer.

De ahí que la cultura sea, desde una perspectiva global, un conjunto de "hechos de conocimiento": de uno mismo, de la sociedad, de la música del s. XVIII ... de lo que sea. Del uso del conocimiento el hombre puede desde componer una sublime sinfonía a idear sistemas de ejecución masivos. Pero eso es otro tema de reflexión, más propio de la ética. Yo quiero hoy establecer que el impulso de conocimiento es una característica propia y -de momento- única del ser humano. Porque en realidad ese impulso nunca se satisface, sigue pulsando en nuestro interior. La curiosidad animal se acaba cuando cumple con su objetivo: conocer los límites y las singularidades del territorio, por ejemplo. Nuestro viaje no acabaría nunca.

El arte, como esbocé en el post anterior, es una de las herramientas que satisface esa pulsión tan nuestra mediante el placer. Pero incluso ese capacidad para el placer ha pasado a lo largo de nuestra evolución de las experiencias puramente biológicas -sexo, comida...- a otras más abstractas, de complicada descripción. Como especie hemos aprendido a obtener placer de los relatos, de los sonidos, de las formas esculpidas en piedra, de la disposición de los muebles, de los arreglos florales... Cuando el hombre descubre que satisfaciendo su pulsión de conocimiento obtiene placer, y que mediante el placer puede conocer se dispara el arte.

Evidentemente ciertos tipos de conocimiento generan ciertos tipos de arte, y viceversa. Cuanto más restringido es el conocimiento, el arte que se produce alrededor de esa experiencia cognitiva también se restringe, aunque esa difusividad de la experiencia estética de la que hablaba en el post anterior permite que sea precisamente el arte una de las vías de difusión del conocimiento más efectivas.

Porqué esta disertación? Me era muy difícil explicar el porqué de aquella rama del conocimiento que se construye a través y exclusivamente de la razón humana, de la forma más abstracta de conocimiento, se puede no sólo establecer placer, sino incluso identificar cómo arte algunos resultados y demostraciones. La relación de las matemáticas con la experiencia estética sin la intermediación de otras vías artísticas -la arquitectura, la pintura, la música- es un hecho para algunos, pero extraña para la gran mayoría. Y al igual que recordaré algunos paisajes de por vida, de la misma forma que algunas canciones son capaces de mejorar mi estado de ánimo y que algunos espacios me impactaron tanto que siempre serán mis referentes, jamás olvidaré el placer que obtuve cuando en clase nos enunciaron y demostraron el Teorema Egregio de Gauss, la belleza de la Teoría de Galois o la alegría con la que manipulaba los conceptos de la Topología algebraica. Jamás seré un experto en esos campos, pero mi vida no habrá acabado sin haber visitado esos países del conocimiento.

Superfície de Steiner