martes, 28 de septiembre de 2010

Arte y conocimiento

Miles habrán dedicado su actividad académica a reflexionar y estudiar entre la relación entre conocimiento y arte. Aún así, es un esfuerzo que vale la pena hacer a nivel individual, porque el resultado de tal reflexión nos ayuda a conocernos un poco más.

Personalmente, la experiencia estética -fuera de las pasiones inducidas por la biología (adiós gastronomía, adiós erotismo)- puede acabar reflejando un estado o pensamiento propio. Es un idioma de significado fluctuante (mucho más que el de origen oral), pero que se universaliza mucho más. Así, delante de algunos óleos de Perevalsky, reconozco un gusto por la biología de lo urbano, la obra comunal, de transcurrir histórico de adiciones y reformas de habitaciones, terrazas, puentes, calles, ventanas, balcones y fachadas floreadas. Una experiencia que puede hacer aparecer una reflexión sobre la colmena , la complejidad de la sociedad humana, la herencia perdida que ha supuesto el urbanismo de escuadra y cartabón, la futilidad del urbanismo de inspiración divina e incluso, porqué no, de la involuntariedad de la belleza. Claro que en un día malo tan sólo me da por apreciar lo difícil que es combinar colores...


Y esta claro que el cúmulo de experiencias por las que el observador de la obra de arte hará la digestión serán diferentes a las de cualquier otro espectador y el aprovechamiento de la misma serà de intensidades y direcciones también muy diversas. Pero eso no le quita un ápice de valor como vía de conocimiento. Quizá un conocimiento sin mucha puntería, azaroso. Pero de una naturaleza más íntima y muchas veces más profunda que el conocimiento que se puede extraer de la letra.

A ver si consigo explicarme con un ejemplo: Del disfrute de los espacios medievales -común a mucha gente- poco extraemos, pocas conclusiones. Sencillamente, gustan. La piedra? El laberinto de las calles? La escala humana de los espacios? La luz lejana, siempre vertical? El eco cerrado de los pasos? La ausencia de vehículos? De hecho, qué más da. Pero después de un paseo por esos espacios, tenemos más conciencia seguramente de esos valores, aunque no los razonemos y casi no aparezcan en el plano consciente.

Otro día reflexionaré sobre arte y/o diseño...


martes, 21 de septiembre de 2010

Sobre la lluvia

Pintar el mundo de gris es un privilegio que tienen algunos fenómenos meteorológicos, como la intensa lluvia de este último día de verano. Y cuando ése gris es la excepción y no la regla como en latitudes más septentrionales, una serie de saltos a través de esos días de luz bastarda nos puede llevar a la infancia. A un patio de colegio a través de cristales lacrimosos, a barro chapotero, a  botas "katiuskas", a charcos que se aparecían como oportunidad para salpicarlo todo.

Estar bajo cierto tipo de lluvia es incómodo y poco recomendable para la salud. Pero somos legión los que nos vemos atrapados por la nostalgia cuando en plena canícula estival, deseamos una tarde al lado de la ventana mientras en el exterior llueve con ganas. En ese deseo me veo leyendo, más que por el disfrute de la lectura, por el disfrute de esa luz atemperada y eléctrica a veces, filtrada por densas nubes y repartida, ya sin ese vector de los días soleados, hacia todas direcciones por igual.

Otra pequeña manía: pasear poco después de una intensa lluvia por los campos y bosques. Los olores son más intensos, ya sea a tierra mojada o a la  exudación del verde. No hay melancolía en esta parte de mi afición a los días lluviosos, quizá si en otras; aún así, la lluvia se filtra entre nosotros como un engorro en nuestros quehaceres diarios. Lástima! Al igual que en otras tierras más norteñas o atlánticas celebran el sol por su excepcionalidad, deberíamos disfrutar de nuestros escasos días de lluvia como cuando de niños sentíamos el suelo blando, las calles mojadas y el mundo gris.


lunes, 20 de septiembre de 2010

Pasear por las ruinas

No recuerdo en qué conferencia de mi facultad, se citó un texto de Nietzche que me despertó mucho interés, pues de alguna manera se hacía eco de una extraña sensibilidad mía hacia los grandes lugares silenciosos:



"Arquitectura para los que buscan el conocimiento. Sería necesario entender un día –y probablemente ese día esté cerca– qué es lo que falta en nuestras ciudades; lugares silenciosos, espaciosos y amplios, dedicados a la meditación, provistos de altas y largas galerías para evitar la intemperie o el sol demasiado ardiente, donde no penetre rumor alguno de coches ni de gritos y donde, por una sutil urbanidad, se prohiba incluso que el sacerdote rece en voz alta; en definitiva, faltan edificios y jardines que expresen en conjunto el carácter sublime de la reflexión y de la vida meditada. Ya ha pasado el tiempo en el que la Iglesia poseía el monopolio de la meditación, en el que la vida contemplativa era siempre vida religiosa; todo lo que la Iglesia ha construido dentro de este género expresa este pensamiento. No sabría decir cómo podrían satisfacernos esos edificios aunque se los despojase de su destino eclesiástico, pues hablan un lenguaje demasiado patético y sobrecogedor en tanto casas de Dios y lugares suntuosos de un comercio con el más allá Nosotros, los sin Dios, no podemos tener en ellos nuestros propios pensamientos. Nuestro deseo sería vernos nosotros mismos traducidos en la piedra y en las plantas, paseamos por el interior de nosotros mismos, de un lado hacia el otro por esas galerías y esos jardines."

F.Nietzche, La Gaya Ciencia, (aforismo nº 280)



Foto extraída de la página http://www.clubcela.com/




Para mí este texto evocaba tantas experiencias... el perderme por un antiguo almacén abandonado cuando aún no había cumplido siete años, mi paseo por el Duomo de Milán  en plena pubertad (algún dia volveré, aunque seguro que mi experiencia hará más chico el disfrute), la visita con mi clase de arquitectura a los almacenes de la estación de Portbou, el caminar sin rumbo ni compañía por el monumento al Holocausto en Berlín, perderse en las ruinas de Olimpia...

Y cuál fue mi sorpresa cuando leyendo el País Semanal de la última semana de agosto, me encuentro este reportaje, en el que encuentro que ese disfrute mio no es tan raro, ya que merece la atención mediática del suplemento semanal por antonomasia en este país. Y por otra parte, leer el reportaje, recordar el texto de Nietzche, fue todo uno. Ahí os lo dejo, por si algún lugar merece ser evocado...

Marco Vitruvio Polión, los Diez Libros de la Arquitectura... Qué regalo!!







Porqué Vitruvio? Leonardo, Arquitectura, Geometría y Dibujo. Y porque mi hermano, librero ocasional, me ha regalado un facsímil de una edición española de 1787 del primer tratado de Arquitectura. De acuerdo, no el primero, pero sí el más antiguo que se ha conservado, datado en el primer siglo a.C.

Rápidamente he buscado la famosa frase que aprendemos ya en las primeras clases de composición, proyectos o historia los estudiantes de Arquitectura. La encontré en la página 14 del facsímil:

"Estos edificios deben construirse con atención á la firmezacomodidad y hermosura. Serán firmes quando se profundizaren las zanjas hasta hallar terreno sólido: y quando se eligieren con atencion y sin escasez los materiales de toda especie. La utilidad se conseguirá con la oportuna situacion de las partes, de modo que no haya impedimento en el uso; y por la correspondiente colocación de cada una de ellas hácia el aspecto celeste que más le convenga. Y la hermosura, quando el aspecto de la obra fuere agradable y de buen gusto; y sus miembros arreglados á la simetría en sus dimensiones"

(He utilizado la ortografía original del texto)

Quizá hoy el mundo se ha complejificado mucho, y ya no cabe un análisis de la obra edificada tan simple como enfrentarla a los tres principios vitruvianos y establecer una crítica. Pero toda crítica arquitectónica debería no perder la pista a esa famosa tríada, aunque profundice en otras consideraciones tan alejadas del arte y el saber constructivo como la economía, la oportunidad urbanística o el efecto icónico-identitario que pueda tener el edificio. 

Para ser la primera entrada, suficiente, no?